Argumento de la obra

Oscar Wilde en “El Príncipe Feliz” -una de sus primeras obras (1818)-, revela ya su visión de brillante crítico social, que ha dado a su literatura, una vigencia universal.

Presenta una cruda caricatura de la vida en Inglaterra a fines del siglo XIX, donde las diferencias sociales eran muy marcadas: la nobleza vivía en sus palacios rodeada de boato y riquezas y el pueblo sufría hambre y frío.

Es un relato muy triste, pero que –como todo cuento maravilloso- tiene un final feliz.

Narrado en tercera persona, el autor, tras la voz de un narrador omnisciente, nos cuenta la historia de un príncipe que vivía en el palacio de Sans-Souci, “...donde no se permitía la entrada al sufrimiento...” .Durante el día jugaba con sus compañeros en el jardín y de noche abría el baile en el gran salón. Una altísima pared le impedía ver lo que había del otro lado. Sus cortesanos lo llamaban el Príncipe Feliz y él pensaba que lo era “...si el placer es la felicidad...” Cuando murió, colocaron su estatua en una columna en lo más elevado de la ciudad, desde donde podía ver toda la miseria y fealdad de su pueblo y desde entonces su corazón de plomo no hacía sino llorar. Pero en su vida tan triste irrumpió una pequeña golondrina, que había abandonado a sus amigas que partieron para Egipto, porque se había enamorado de un junco. Un desafortunado enamoramiento porque cuando ella le propuso partir juntos, él se negó: “...estaba muy apegado a su casa...”

La golondrinita se refugió a los pies de la estatua del Príncipe Feliz, para pasar la noche y protegerse del frío, y sintió que le caían gotas. Pensó que estaba lloviendo hasta que se dio cuenta que era la estatua que lloraba.

A partir de ese momento, el pajarito se convirtió en su fiel compañero y mensajero, para que el Príncipe Feliz -estatua que se erguía inmóvil e impotente ante el dolor de su pueblo- pudiera ayudar a su gente. Noche tras noche, el avecilla sobrevolaba la ciudad y le contaba al príncipe lo que veía; la estatua se iba despojando de sus boatos y de su oro para entregárselo a los pobres, hasta que quedó desnuda.

La golondrina, no soportando la crudeza del invierno, murió feliz a los pies del príncipe, pero antes la estatua le pidió que lo besara en los labios y le confesara su amor. El corazón de plomo del príncipe se partió en dos.

El Alcalde de la ciudad decidió fundir la estatua porque había perdido su grandeza y parecía un pordiosero. Como el corazón de plomo del príncipe no se derretía, deciden arrojarlo al montón de basura donde estaba la golondrina muerta.

Dios le encargó a uno de sus ángeles que le trajera las dos cosas más valiosas de la ciudad y el ángel le llevó el corazón de plomo y el pájaro muerto.

Dios lo felicitó por su elección y dispuso que el pajarillo cantara para siempre en el jardín del Paraíso y el Príncipe Feliz ensalzara su ciudad de oro.

Núcleos Narrativos

El cuento tiene los siguientes núcleos narrativos:

Presentación de la estatua del Príncipe Feliz

Desafortunado enamoramiento de la golondrina y un junco precioso

Encuentro de la golondrina con el Príncipe Feliz

Pedidos de la estatua a la golondrina mensajera

4.1. Envío del rubí de la empuñadura de su espada a la costurera que tenía su niño enfermo

4.2. Envío de un zafiro (uno de sus ojos) al artista que - aterido de frío- trabajaba en su bohardilla.

4.3. Envío de otro zafiro (el único ojo que le quedaba) a la chiquilla vendedora de cerillos.

4.4. Envío de todas las hojas de oro fino que cubrían su cuerpo a los pobres de la ciudad.

Muerte de la golondrina

Muerte del príncipe feliz

Fundición de la estatua

El ángel lleva al Paraíso, junto a Dios, al príncipe y a la golondrina como las dos cosas más valiosas de la ciudad.

Los personajes

El protagonista es El Príncipe Feliz , una estatua que, en su vida inmóvil y solitaria como estatua, recuerda su anterior vida:

...cuando estaba vivo y tenía un corazón humano ... no sabía qué eran las lágrimas porque vivía en el palacio de Sans-Souci, donde no se permite la entrada al sufrimiento...El jardín estaba cercado por una altísima pared pero nunca se me ocurrió preguntar qué había al otro lado, porque todo cuanto me rodeaba era encantador... Mis cortesanos me llamaban el Príncipe Feliz y en verdad lo era si el placer es la felicidad...(pág. 27)

El personaje evoluciona con su muerte, cuando se convierte en estatua y puede ver - desde lo alto de la ciudad - toda la miseria de su pueblo y solo puede llorar, impotente ante el dolor de los otros.

Hay una contraposición entre el comienzo del cuento y el final, en la descripción de la estatua, cómo la ven otros personajes:

Estatua Admirada Estatua Despreciada revestida con láminas de oro fino ya no está dorada con dos fulgurantes zafiros como ojos ciego, ha perdido sus ojos un gran rubí púrpura que relucía en el puño de su espada se le ha caído el rubí de su empuñadura parece un ángel parece un pordiosero, aspecto desharrapado nunca llora por nada ha llorado y finalmente un extraño crujido ha partido en dos su corazón de plomo.

Hay una evolución del personaje principal a lo largo del cuento, del egoísmo e indiferencia hacia la bondad y generosidad; de la vida frívola palaciega a la vida espiritual, solidaria y plena y, finalmente, a la vida eterna.

Esta evolución produce, en el caso del Príncipe, algunas metamorfosis:

Príncipe vivo Estatua-Príncipe Fundición de con corazón humano. Muerto la estatua en Vida sin sufrimiento. Ve toda la fealdad y la un horno Consideraba al placer miseria de la ciudad. como la felicidad Corazón de plomo Llora constantemente

Vida eterna El Príncipe feliz ensalza la ciudad de oro del Paraíso

La golondrina, el otro personaje principal, también transita diversos estadios:

Golondrina enamorada Golondrina amante Golondrina piadosa del junco.. de la libertad. No le y solidaria, que se gustan los niños conduele del dolor del príncipe

Pajarillo muerto Vida eterna: el ave cantará por siempre en el jardín del Paraíso

Esta extraña pareja resulta muy simpática y atrayente, por su características tan dispares: el Príncipe Feliz, que se yergue inmóvil, grandioso, atrapado en su majestuosidad de estatua solitaria y la golondrina, una avecilla pequeña, símbolo de la libertad, que emigra constantemente de país en país. Sin embargo, seres tan diferentes pueden unirse fraternalmente en un amor incomparable, que perdura más allá de la muerte y ese amor hace posible que cada uno sacrifique cosas en pos de un sentimiento invalorable: en el caso del Príncipe, el amor hacia el prójimo y en el de la golondrina, el amor incondicional al protagonista de esta historia.

Los personajes secundarios son varios y nos dan diferentes opiniones del protagonista: los concejales; un hombre fracasado que sostiene que lo alegra ver que en el mundo hay alguien completamente feliz; los niños del orfanato, que opinan que el príncipe parece un ángel; el profesor de matemática, que con su espíritu práctico y pensamiento concreto contesta a los niños que no pueden saber si el príncipe es un ángel si nunca han visto alguno y a quien no le gustaba que los niños soñaran

Otros personajes secundarios son los beneficiarios de las buenas acciones del príncipe:

Una pobre costurera, que tiene a su niño muy enfermo.

Un joven artista, que está finalizando una obra para el director de un teatro.

Una chiquilla vendedora de cerillos.

Estos personajes representan a los estamentos de la sociedad inglesa, cada uno con diferentes oficios, pero todos con una misma realidad: la lucha diaria por ganar su subsistencia en un marco de pobreza e indigencia.

Por otro lado, el alcalde, los concejales y el profesor de arte son personajes secundarios que desprecian al príncipe porque ya no está revestido de oro y piedras preciosas. Solo lo apreciaban por su fastuosidad y , cuando la pierde-, deciden fundir la estatua porque parece un pordiosero y ya no los beneficia en nada.

Hay una constante dicotomía: los ricos descansando en sus elegantes residencias, mientras los mendigos se sientan en sus puertas; por ejemplo, la pareja de enamorados que escucha música en un palacio, mientras la joven se queja de las costureras negligentes que no terminan su vestido bordado con pasionarias para el baile oficial y la pobre costurera que agotada de cansancio, vela junto a su hijo enfermo.

Esta cruda visión de la sociedad victoriana es una constante en la obra de Wilde. El autor vislumbraba una sola salida: el socialismo. En El Alma del Hombre bajo el Socialismo sostiene:

...Todo esto, como es natural, cambiará radicalmente con el socialismo. No habrá ya gentes que vivan en pestilentes tugurios, vayan cubiertas de harapos y procreen seres entecos y hambrientos, en circunstancias imposibles y en un ambiente inmundo. La seguridad y la armonía de la sociedad no dependerán como hasta hoy, del estado del tiempo. Si cae una helada no se encontrarán ya cien mil hombres parados vagando por las calles en un estado de repugnante miseria, o implorando gimientes del transeúnte una limosna, o hacinados en las puertas de los hospicios en espera de un mendrugo, y de un asqueante lecho para pasar la noche. Todos y cada uno de los miembros que componen la colectividad compartirán la prosperidad y la dicha comunes, y si cae una helada, nadie tendrá que sufrir sus consecuencias, en mayor grado que los demás. Y, por otra parte, el socialismo en sí tendrá la ventaja de conducir derechamente hacia el individualismo...(Power, M.L.El apóstol de la belleza (pág. 219)

El “Alma del Hombre bajo el Socialismo” y muchas de sus obras, entre las que se puede incluir “El Joven Rey” y “El Príncipe Feliz” evidencian la conmovedora ternura y la compasión por el dolor silencioso de los desposeídos. Defiende, como buen republicano, los derechos naturales del pueblo contra las imperfecciones del sistema social prevaleciente. Los ojos del Príncipe Feliz son los ojos del mismo autor, que padecen un dolor profundo por el pueblo que sufre. En su conciencia existió, latente, una natural y generosa espontaneidad hacia la sublime redención de la pobreza.

Estilo

Prevalece en los escritos del autor una tendencia poética a destacar la belleza de las cosas, dando al conjunto de su obra un sello de pureza e inocencia que atrapa al público infantil, razón por la cual el conjunto de su obra es considerado un tesoro de la literatura mundial.

“El Príncipe Feliz” pertenece al mismo período de otros célebres cuentos como “El Ruiseñor y la Rosa”, “El Joven Rey”, “El Famoso Cohete”, “El Gigante Egoísta”, “El Cumpleaños de la Infanta”, “Huerto de Granados” y otros. En todas estas obras se destaca el empeño del autor en destacar las cualidades y virtudes que siempre deben prevalecer en el hombre, los sentimientos de bondad, verdad y justicia que constituyen los ideales a inculcar en todo niño o joven de cualquier época.

M.L. Power en “El Aspóstol de la Belleza”, afirma:

“Otros famosos cuentistas –los hermanos Grimm, Andersen, Dane y otros- tienen el mismo propósito, pero Wilde, como habría de expresarlo después, comenzaba su obra dándole una forma y embelleciéndola luego de tal modo que, además de poesía en prosa fuera posible encontrar en sus cuentos –para quien supiera mirar hondo- muchos interrogantes, pero también muchas respuestas...”(pág. 132)

Lo curioso del Wilde de este período es que - imbuido de su paganismo helénico- no plantea el problema religioso, sin embargo Cristo está siempre presente, como ejemplo de virtudes y cualidades. “El Príncipe Feliz” es un cuento donde prevalece una profunda caridad cristiana, encarnada en su protagonista, el príncipe y también en la golondrina.

La prosa de Wilde es ágil, sencilla y con una profusa adjetivación. El autor incorpora diálogos entre los diferentes personajes, que solo se interrumpen por pequeños párrafos descriptivos que dan cuenta de los lugares que recorre la golondrina y de la vida triste e indigente de los habitantes del pueblo, a quienes afanosamente quiere ayudar el príncipe:

“...Y la golondrina voló sobre la gran ciudad y vio a los ricos descansando en sus elegantes residencias, mientras los mendigos se sentaban a sus puertas. Voló por umbrosos suburbios y vio las pálidas caritas de los niños hambrientos mirando hacia la oscuridad de los alrededores. Bajo los arcos de un puente estaban acostados dos niños abrazados para calentarse...”(pág. 32)

Algunos párrafos adquieren un profundo dramatismo en la descripción de las escenas. Se puede hallar en ellos algo del romanticismo de Keats, de Hugo y del fatalismo de Poe y Baudelaire.

Adjetivos calificativos, diminutivos, repeticiones, otorgan gran expresividad al cuento. Las fórmulas se repiten, igual que en los cuentos de hadas:

“..Golondrina, golondrina, golondrinita: no te quedarás conmigo una noche más?...”, repite el príncipe al ave cada vez que le solicita actúe como mensajera.

Y la golondrina siempre responde: ”...Me quedaré una noche más contigo...”

Son frases rimadas, a modo de estribillos, intercaladas en el transcurso del cuento. Estas frases indican el comienzo y el final de cada viaje de la golondrinita ante cada nuevo pedido del príncipe y ayudan a que el pequeño lector se sitúe con mayor facilidad en cada episodio del cuento.

Así mismo la repetición deliberada de algunas palabras, o de frases –a veces rimadas- tiene gran importancia porque provoca resonancias de índole psicológica y didáctica. Se produce un compás de espera y de suspenso que permite –especialmente al niño- incorporar lo que lee o escucha, recreando así imágenes visuales o auditivas. A su vez, la repetición favorece la memorización del cuento, cosa que agrada al niño.

Estas fórmulas reiteradas, como también la repetición de fonemas –aliteraciones- otorgan gran musicalidad al cuento y constituyen una de las características más destacadas de la prosa poética de Wilde.

Como en todo cuento maravilloso abundan las sentencias moralizantes que aquí aparecen siempre en boca del protagonista. Ejemplos:

”No hay misterio mayor que la Miseria...”(pág. 31)

”...Los hombres creen que el oro puede darles la felicidad...”(pág. 32)

El fin moral se desprende así del relato mismo, tanto de sus personajes como de su desenlace; el pequeño lector lo alcanzará sin necesidad de moraleja, ya que el cuento lo conmoverá de tal modo, que perdurará en su memoria afectiva y volverá a leerlo o a recrearlo descubriendo nuevos mensajes que antes le habían pasado inadvertidos.

Una obra que permanece

“El Príncipe Feliz” es un hermoso cuento maravilloso, donde Wilde apela a la atemporalidad y a una ubicación espacial extrapolada de contextos familiares, para brindarnos una historia que se mantiene vigente actualmente, ya que los valores que trasunta son suficientes para que los siglos sigan perpetuándolos.

Cabe mencionar que estas características del cuento (atemporalidad, el espacio no definido) sumadas a otras mencionadas anteriormente, como las fórmulas reiteradas y los mensajes moralizantes, nos hacen pensar en lo semejante que es a un cuento de hadas. Sin embargo hay grandes diferencias: los personajes de “El Príncipe Feliz” tienen una evolución psicológica, en cambio en los cuentos de hadas los personajes se presentan en bloque y no evolucionan, son solo “tipos humanos” contrapuestos. La prosa trabajada de este autor tampoco se asemeja al de los cuentos de hadas, donde predomina un lenguaje oral.

Como mencioné anteriormente, no hay un espacio definido: “en lo más elevado de la ciudad...”, ni un tiempo preciso: “una noche...”

Lo único que se menciona con precisión son las estaciones, que van marcando las diferentes etapas del relato: con la primavera llega el amor y con el invierno la muerte.

A comienzos de la primavera, llegó la golondrina y decidió quedarse porque se enamoró de un junco.

Cuando conoció al príncipe y éste le solicitó que se quedara una noche más, la golondrina manifestó que ya era invierno y “... la escarcha no tardará en llegar...”

El avecilla se quedó y voló por la ciudad, donde el rigor del invierno se hacía sentir con intenso dramatismo:

”...bajo los arcos de un puente estaban acostados dos niños abrazados para calentarse...”

Llegó la nieve y el hielo y con ellos la golondrina sintió que iba a morir. El desenlace se acelera con el rigor de la temporada invernal. Las estaciones marcan gradualmente el desenlace del cuento.

De este modo, con un argumento sencillo y lineal, el autor nos brinda un cuadro de la sociedad de su época, de las injusticias sociales que existían y también presenta tipos que caracterizan al género humano a través de los tiempos, tanto en sus grandezas como en sus sentimientos más miserables.

El autor presenta diferentes caras de una misma realidad, contraponiéndolas deliberadamente, para generar escenas de mayor dramatismo.

riqueza/pobreza estatua grandiosa/pequeña golondrina esclavitud/libertad egoísmo/generosidad indiferencia/solidaridad orgullo/humildad risa/llanto

Este cuento, por sus características, es de un valor incalculable para trabajar en la Educación General Básica valores como la solidaridad, el amor al prójimo, la justicia social, la dignidad humana, el valor de la persona más allá de las apariencias y el aspecto exterior.

El mensaje del cuento no está explícito pero sí subyacente en la trama y en la actitud de renunciamiento del protagonista en pos del bienestar de sus semejantes; es un mensaje formativo. Y como en todo cuento maravilloso, en el desenlace se premia el buen desempeño de los protagonistas: el ángel lleva a Dios las dos cosas más valiosas de la ciudad: el corazón de plomo y la golondrinita muerta y éste les concede la vida eterna en el Paraíso.

El autor: un escritor polémico

Oscar Wilde fue un escritor, odiado y ensalzado tanto por sus contemporáneos como por las generaciones que lo siguieron. Dejó una obra de incalculable calidad estética.

Oscar Fingall O’Flahertie Wills nació el 16 de octubre de 1854 en Westland Row, Dublín, Irlanda. Sus padres provenían de familias acomodadas: su padre era un cirujano brillante y su madre era descendiente de hombres de procesamientos e ideas que la orientaron hacia la adquisición y el aprendizaje de los idiomas francés y alemán, hecho que influyó de manera decisiva en la formación de este autor.

Wilde creció bajo el influjo de una vida llena de vehemencia, plagada de dificultades y de algunos escándalos familiares. En el hogar se realizaban constantes reuniones con poetas, artistas, pintores y escultores, en su mayoría jóvenes con inquietudes revolucionarias y vida muy liberal. Oscar y sus hermanos presenciaban escenas que a veces no eran demasiado edificantes para niños pequeños. La pareja eran duramente criticada y ridiculizada por su vida extravagante y lujuriosa.

Su vida fue marcada por tres hechos decisivos:

. la tragedia de su padre, acusado por una amante y llevado a un juicio dudoso y abusivo; . sus estudios en la Universidad de Oxford; . el enfrentamiento con la sociedad de su época, que lo habría de convertir en el escritor más discutido y controvertido de Inglaterra.

Estudió en el Trinity College de Dublín, donde recibió una educación refinada y adquirió el gusto por la antigüedad clásica, su inclinación hacia la aristocracia y la nobleza, y sobre todo, el arte de la retórica, cualidad que por momentos prevaleció sobre sus dotes de escritor y poeta. Gracias a ello, adquirió una gran reputación como conversador, alternando en grandes salones, cenáculos y palacios principescos.

Durante su estancia en Oxford, Wilde estudió bajo la tutela de dos grandes hombres de la literatura inglesa del siglo XIX: John Rushkin y Walter Horacio Pater, quienes influyeron en él para que adhiriera a la corriente filosófica denominada “esteticismo”, cuyas bases eran similares a la corriente francesa llamada “Arte por el Arte”, entre cuyos representantes se puede mencionar a Baudelaire, Teófilo Gautier y Leconte de L”isle.

La labor literaria de Oscar Wilde comenzó con la publicación en The Dublin University Magazine, en noviembre de 1875, del primero de sus poemas, “Coro de Doncellas”, adaptado de Aristófanes. Los méritos de este poema y de otros que pertenecen a la misma época no son muchos, según la generalidad de sus críticos, pues se advierte en ellos la influencia de Milton, Keats, Marlowe y otros. Estas primeras producciones de su juventud no revelan el talento que tendría Wilde en sus producciones posteriores; estaban imbuidos de los cánones de la literatura helénica y destinados a los aspectos formales de la poesía y el arte, antes que a la fuerza inspiradora.

En 1.878, con solo veinticuatro años de edad, obtuvo el premio Newdigate por la publicación de un poema titulado Revvena. Comenzó a participar de la vida social de Londres, siendo aceptado en los círculos más distinguidos de la sociedad de su época. Consolidó un grupo de amigos y contó con la ayuda y simpatía de muchas mujeres importantes, como Ellen Terry, la gran diva del teatro inglés Sara Bernhardt. Le costó posicionarse como escritor, ya que era simpatizante del movimiento esteticista, que por aquellos años era rechazado por parte de los sectores más conservadores de la sociedad victoriana. Adquirió el hábito de vestirse impecablemente, atribuyéndosele el haber impuesto la moda del dandismo.

En junio de 1881 apareció su primer libro de poemas titulado Poemas, que agotó cinco ediciones. A fines de ese mismo año, emprendió una gira por los Estados Unidos como conferencista y con el dinero ganado viajó a París, donde permaneció tres meses. Allí conoció y frecuentó la amistad de Próspero Mallarmé, Víctor Hugo, Paul Verlaine, Alphonse Daudet, Emile Zola, los hermanos Goncourt y muchas otras personalidades y también pintores de la época.

En 1887 comenzó a dirigir la revista femenina El mundo de la mujer, lo que le ayudó a tener mayores ingresos. Wilde pudo entonces escribir según su sentir y pensar. Por ese tiempo aún primaba en sus esritos su tendencia poética a destacar la belleza de las cosas, dando al conjunto un sello de pureza e inocencia que incluso los niños leían con asombrado y conmovido deleite y que en la actualidad se consideran tesoros de la literatura mundial. Por esa época escribió El Fantasma de Canterville y otros cuentos como El Príncipe Feliz y Una Casa de Granada, con los que adquirió mayor fama como escritor. La mayoría de los críticos literarios conceptúan estos cuentos como su verdadera obra maestra, incluyendo en ella El Retrato de Dorian Gray, el De Profundis y Balada de la Cárcel de Reading

En junio de 1890, apareció con el título de Intenciones todos los cuentos y relatos que había publicado hasta el momento.

Publicó en 1891 su novela más famosa El retrato de Dorian Gray. El 20 de febrero de 1892 estrenó su obra teatral El abanico de LadyWindermere, que se convirtió en un gran éxito y le abrió el camino a la fama. Pero al mismo tiempo comenzaron sus desplantes de arrogancia y enfrentamiento con la sociedad londinense, que le significaron unos años después un juicio escandoloso, acusado de costumbres equívocas, siendo considerado como un mal ejemplo para la sociedad de su época. Tuvo que afrontar entonces una condena de dos años en la cárcel de Reading. Al salir, con la salud minada y su prestigio mansillado, apoyado por un grupo reducido de amigos, se exilió en París, donde finalmente murió de meningitis cerebral el 30 de noviembre de 1900.

Su vida fue difícil, azarosa, llena de vicisitudes y contratiempos, pero el escritor la vivió intensamente y se esforzó por alcanzar la perfección literaria y a su vez luchó tenazmente en contra de la chabacanería y el puritanismo de la época que atentaban contra la libertad de expresión.

Transcurridos unos años después de su muerte, Oscar Wilde fue considerado por el público inglés como el escritor más leído después de William Shakespeare.

Bibliografía

· Wilde, Oscar: The Portable, edited with biograplical and critical notes by Richard Aldington. The Viking Press, Inc., 1955, 5ª. Edición, U.S.A.

· Legouis, Emile: A Short History of English Literature. Oxford University Press, 1971, Inglaterra.

· De Etchebarne, Dora Pastoriza: El cuento en la Literatura Infantil. Editorial Kapelusz, julio de 1962, Bs, As.

· Power, M.L.: El Apóstol de la Belleza. Vida, tragedia y gloria de Oscar Wilde. Editorial de Ediciones Selectas S.R.L. 1966, Bs. As

· Wilde, Oscar: El Príncipe Feliz y otros cuentos. Editores Mexicanos Unidos S.A., México, 1ra. Edición, enero de 1998.

por Maria Elena Camba